El lecho de Procusto tiene sus orígenes en la mitología griega, sin embargo, se ha convertido en una expresión proverbial que nos advierte de cuán peligroso puede ser el no aceptar las ideas de los demás.
Hoy día, se menciona el lecho de Procusto para hacer referencia a todas aquellas personas que desean ajustar las cosas a la manera en la que ellos ven la realidad, o a sus intereses, sin importar la opinión de los otros.
¿Quién fue Procusto?
En la mitología griega se hace mención a un personaje llamado Procusto o Procustes, que significa ‘estirador’.
También se le menciona como Damastes, cuyo significado es ‘controlador’, y era un bandido que ofrecía un trato cordial a las personas, pero para llevarlas hasta su negocio y luego torturarlas.
Se cree que Procusto era hijo de Poseidón. Su negocio consistía en ofrecer hospedaje en una posada ubicada en Ática, aunque otras versiones dicen que el lugar se encontraba en las afueras de Eleusis.
De cualquier modo, los viajeros solitarios se encontraban con la posada de Procusto, quien los invitaba a descansar.
Incautos, una vez que los viajeros estaban acostados en el lecho de Procusto, este hábil delincuente los amordazaba y los ataba a las esquinas.
En el caso de que la víctima fuese alta y su cuerpo no entrara en la cama, Procusto serraba las partes sobresalientes.
Pero, si el viajero era de baja estatura, entonces, una vez atado, procedía a estirarlo hasta hacerle quedar justo en la cama.
Para algunos aficionados de la mitología griega, ningún viajero llegaba a coincidir con el tamaño del lecho de Procusto, ya que él siempre disponía de una cama muy larga o muy chica.
Procusto estuvo largo tiempo imponiendo sus torturas, hasta que llegó Teseo retando al bandido a someterse a su propio juego.
Teseo retó a Procusto y le pidió comprobar si su cuerpo encajaba con su lecho y cuando el posadero lo intentó, Teseo le hizo lo mismo al torturador: lo ajustó y lo mató.
Esta fue la última de las proezas de Teseo, desde que inició su viaje desde Trecén con destino hacia Atenas.
¿Qué significa la expresión “El lecho de Procusto?
Actualmente se usa la expresión “el lecho de Procusto” para hacer referencia a todas esas personas que al momento inicial se muestran amables, pero, después quieren controlar a los demás, ajustándole a su forma de entender el mundo.
Así como Procusto ajustaba a los viajeros al tamaño de su lecho, hay quienes pretenden que los demás vean el mundo de la misma manera que ellos.
Quienes desean someter a los demás a su lecho no reconocen las ideas de los demás, sino que las invalidan.
Estas personas controladoras también son rígidas en cuanto a su forma de pensar y raramente se muestran flexibles ante nuevas ideas.
En la vida cotidiana también se les puede reconocer en varios contextos como, por ejemplo, cuando en un trabajo un jefe siente temor de que un subalterno le supere.
Llevar una forma de ver el mundo, como el lecho de Procusto, puede ser realmente peligroso, sobre todo porque las decisiones que se tomen estarían inhibiendo la posibilidad de crecimiento y esto se puede aplicar en muchos escenarios, incluido el empresarial.
En el ámbito educativo, aplicar el lecho de Procusto puede ser mucho más peligroso, ya que anularía el libre pensamiento.
Al respecto de esta metáfora, el médico Pablo Young, adscrito al Servicio de Clínica Médica, en Buenos Aires, reveló en una nota editorial que en la medicina también es común ver este síndrome de Procusto.
Young citó el ejemplo de aquellos médicos que desean que todo se ajuste a lo que ellos piensan, haciendo así sufrir a los pacientes.
Es interesante destacar que la pluralidad y la flexibilidad siempre debe ser preservada, ya que esto no solo mantiene un ambiente democrático, sino que el aporte de nuevas ideas hace que las compañías y entornos puedan crecer.
El problema surge cuando algunas personas temen escuchar otras voces, pues, esta actitud es enemiga de los cabios y la innovación.
Cuando somos flexibles podemos entender que el mundo es ancho y la forma en la que la realidad se concibe no siempre es igual para todos, y no pasa nada malo con ello.
La necesidad de querer controlar todo en realidad esconde un miedo ante la naturalidad de la vida y esto solo trae consigo más sufrimiento.
En cambio, ser flexibles nos permite ser empáticos, es decir, tener la capacidad de comprender a los demás, adaptarnos a los cambios con menos dolor, saber enfrentar nuevas situaciones y responder de la manera más adecuada, entre otras ventajas. (Isbela Farias)
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