El fisiólogo Hans Selye, en sus investigaciones sobre la reacción del cuerpo humano ante situaciones estresantes, observó lo que a posteriori se convertiría en la denominada Ley de Seyle o Síndrome General de Adaptación. Ante una situación estresante para el organismo, este reacciona mediante una serie de ajustes con los que trata de reestablecer el equilibrio. En un primer momento se genera una reacción de alarma. El equilibrio se rompe y se ponen en funcionamiento todo tipo de ajustes fisiológicos.A continuación, el organismo presenta un estado de resistencia. Una vez conseguidos los ajustes más inmediatos, trata de soportar la situación estresante. Si dicho contexto se mantiene, entonces pueden darse dos circunstancias: Se trastornan los ajustes y disminuye la resistencia El organismo reacciona y aumenta sus defensas haciéndose más resistente a ese estímulo determinado. Este estímulo se conoce como supercompensación. La citación es relativamente duradera pero pasado cierto tiempo y no produciéndose otro estímulo, el organismo regresa a sus niveles anteriores. Aplicando sucesivos estímulos dentro de períodos de supercompensación consecutivos, el organismo reaccionará de la misma forma que la primera vez y conseguiremos entonces aumentar el rendimiento. Es como si, una vez sufrida una agresión, el organismo se reforzase para poderla resistir en mejores condiciones si tuviese que enfrentarse de nuevo a ella. En el desarrollo de nuestros entrenamientos vamos a utilizar esta adaptación de la mejor manera posible para ir aumentando por un lado el umbral de excitación y por consiguiente las capacidades físicas del jugador. Tendrán lugar entonces tanto adaptaciones morfológicas que mejorarán las condiciones anatómicas como metabólicas las cuales mejorarán las fuentes energéticas. Si los estímulos fuesen aplicados en medio del proceso de restitución, el rendimiento disminuiría.
A la hora de aplicar los esfuerzos deberemos de tener en cuenta que cada persona es diferente y por lo tanto tiene un nivel de excitación distinto así como que para que se produzca una adaptación, éstos deben de tener una determinada intensidad (Ley de Schultz). Los estímulos débiles no producirán ningún efecto sobre el organismo mientras que los excesivos lo llevarán al agotamiento. La situación de los estímulos en el tiempo también afecta a la reacción del organismo, dando lugar a: Supercompensación: tal y como hemos visto, tras la aplicación de una carga en un entrenamiento y después de un descanso adecuado, el organismo recupera el nivel inicial funcional previo y lo supera. Si aplicamos los siguientes estímulos en la fase de supercompensación, obtendremos un incremento del rendimiento. Supercompensación nula: si las cargas de entrenamiento se aplican muy alejadas cada una de la siguiente, la supercompensación obtenida se anula, quedando el organismo en su nivel funcional inicial. En este caso nuestro trabajo no proporcionará un incremento del rendimiento del organismo. Supercompensación negativa: si los descansos entre cargas no son los apropiados, se produce un estado de agotamiento funcional que deriva en una disminución del rendimiento. Como se observa en el gráfico, los estímulos se están aplicando durante el periodo de restitución y no permiten que el organismo inicie la supercompensación. Supercompensación de efecto acumulado: se realiza un bloque de trabajo con recuperaciones incompletas para posteriormente posibilitar una recuperación más amplia.
Teniendo claro el funcionamiento de la supercompensación, nuestro interés se centrará en los descansos. ¿Son los adecuados? Sin duda es una pregunta delicada. Existen señales que nos pueden indicar que un jugador está arrastrando un cansancio significativo y que nos pueden hacer replantear nuestro programa de entrenamiento: el aumento de pulsaciones en reposo absoluto, la dificultad para conciliar el sueño, la disminución de la capacidad de concentración, la falta de coordinación y la resistencia a las exigencias del entrenador. De cualquier modo es conveniente no confundir estos síntomas con los normales que se producen después de la realización de un esfuerzo muscular (disminución de la capacidad de rendimiento, alteraciones en los niveles de coordinación, descenso de la velocidad de reacción y pérdida de la estimulación).
(H.C. Raxoi)
A la hora de aplicar los esfuerzos deberemos de tener en cuenta que cada persona es diferente y por lo tanto tiene un nivel de excitación distinto así como que para que se produzca una adaptación, éstos deben de tener una determinada intensidad (Ley de Schultz). Los estímulos débiles no producirán ningún efecto sobre el organismo mientras que los excesivos lo llevarán al agotamiento. La situación de los estímulos en el tiempo también afecta a la reacción del organismo, dando lugar a: Supercompensación: tal y como hemos visto, tras la aplicación de una carga en un entrenamiento y después de un descanso adecuado, el organismo recupera el nivel inicial funcional previo y lo supera. Si aplicamos los siguientes estímulos en la fase de supercompensación, obtendremos un incremento del rendimiento. Supercompensación nula: si las cargas de entrenamiento se aplican muy alejadas cada una de la siguiente, la supercompensación obtenida se anula, quedando el organismo en su nivel funcional inicial. En este caso nuestro trabajo no proporcionará un incremento del rendimiento del organismo. Supercompensación negativa: si los descansos entre cargas no son los apropiados, se produce un estado de agotamiento funcional que deriva en una disminución del rendimiento. Como se observa en el gráfico, los estímulos se están aplicando durante el periodo de restitución y no permiten que el organismo inicie la supercompensación. Supercompensación de efecto acumulado: se realiza un bloque de trabajo con recuperaciones incompletas para posteriormente posibilitar una recuperación más amplia.
Teniendo claro el funcionamiento de la supercompensación, nuestro interés se centrará en los descansos. ¿Son los adecuados? Sin duda es una pregunta delicada. Existen señales que nos pueden indicar que un jugador está arrastrando un cansancio significativo y que nos pueden hacer replantear nuestro programa de entrenamiento: el aumento de pulsaciones en reposo absoluto, la dificultad para conciliar el sueño, la disminución de la capacidad de concentración, la falta de coordinación y la resistencia a las exigencias del entrenador. De cualquier modo es conveniente no confundir estos síntomas con los normales que se producen después de la realización de un esfuerzo muscular (disminución de la capacidad de rendimiento, alteraciones en los niveles de coordinación, descenso de la velocidad de reacción y pérdida de la estimulación).
(H.C. Raxoi)
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